Aquí teniu el bitxo que em va aparèixer a casa. La Mathilda, Tilda, Tildeta. És gamberríssima, es passa tot el dia a fora i abans d'ahir va aparèixer amb una pota ben inflada. Això sí, sense deixar de ronronejar. Criatures....
Per il.lustrar la serenor hipnòtica que tenen els gats (i que ella encara no té però que tindrà) i aquesta inconsciència de la seu magnetisme, què millor que el poema que Borges va escriure pel seu gat Beppo?
Aquí tenéis el bicho que apareció en mi casa hace unas semanas. Mathilda. Es muy pero que muy gamberra, se pasa todo el día jugando al aire libre, corriendo por el jardín y por los campos. Antes de ayer, apareció con una pata hinchada. Y siempre, siempre, siempre, ronronea.
Para ilustrar la serenidad hipnótica de los gatos (que ella aún no tiene porque solo piensa en jugar. Y que dure) y esta inconsciencia de su propio magnetismo, qué mejor que el poema que Borges escribió para su gato Beppo...
El gato blanco y célibe se mira en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.
¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?
Me digo que esos gatos armoniosos
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede el tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Ennéadas.
¿De qué Adán anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?”